Crítica de El contable 2
Película de acción decente, aunque tópica, con más énfasis en los personajes y las relaciones de lo habitual.
La mejor película de Marvel en años. Que no es decir mucho, lo sé, pero menuda sorpresa.
Calificación: ⭐⭐⭐⭐
Lo sé, yo soy el primer sorprendido por esas 4 estrellas, matizables y demás, pero merecidas. Especialmente, cuando la película no prometía y la elegí por descarte, ya que no estaba Sinners de Ryan Coogler.
Y resulta que va Marvel y, de manera inesperada, hace la mejor película desde hace yo qué sé los años, porque me parece que hasta era un veinteañero cuando se puso en marcha la fábrica de zurullos churros.
Al igual que comentaba cuando hablaba de la segunda parte de El contable, una de las claves para enganchar con una historia es que puedas conectar con quienes la protagonizan. Y, oh sorpresa, resulta que las personas conectamos con personas, no con mascotas corporativas, clichés manoseados o caricaturas andantes (volantes en el caso Marvel).
Y resulta que viene Thunderbolts a hacer un estudio de personajes (especialmente el principal, muy bien interpretado por Florence Pugh) que hace que nos importen.
Quién iba a decir que la parte más interesante de un superhéroe Marvel no son los bíceps o los relámpagos que le salen de donde sea, sino el hecho de que, cualquiera con los calzoncillos por encima de los pantalones no es más que alguien con un montón de muertos, traumas y soledad a la espalda. Pero no pasa nada, porque la fórmula Marvel siempre fue que, con dos chascarrillos estúpidos fuera de lugar, borras todo rastro de gravedad, emoción o muerte que haya sucedido en pantalla… y a otra cosa.
Aquí también aparecen esos chascarrillos insoportables, pero al menos no eclipsan de manera irritante como en el resto de películas, donde sucede algo especialmente grave (como que alguien tiene cáncer o muere) y al segundo están haciendo un chiste completamente gratuito, fuera de lugar, que barre esa emoción bajo la alfombra, no sea que el público se ponga a pensar o sentir.
A ver, al final la fórmula es la que es, la misma de todas las películas y eso no cambia, pero aquí se demuestra que lo que cuenta es la ejecución.
El comienzo es tópico a más no poder, una banda de inadaptados perdedores por los que nadie da un duro y que son el banquillo de suplentes de Thor y compañía. Lo hemos mil veces en Guardianes de la Galaxia o Suicide Squad y no pinta nada bien, porque menudos truños son todos esos títulos. Pero en lugar de meterle gamberrismo idiota y humor cretino para tapar deficiencias, aquí meten profundidad de personajes.
De hecho, ya detectas sutilmente el tono poco habitual cuando Florence Pugh va a cargarse a gente como siempre al inicio de la película, pero va medio deprimida con el chándal de estar por casa y recién levantada, en lugar de spandex ajustado y contorno de ojos.
Pequeños detalles que quedan más claros con el vacío y la soledad compartidas del resto de un grupo de perdedores como esos. Y resulta extrañamente efectivo o que, como no esperas nada de estas películas, un poco ya te parece mucho, que también puede ser.
No en vano, al terminar miré quién había escrito ese guion, que estaba hecho a cuatro manos. Y mientras dos de ellas habían perpetrado cosas como Transformers o las nuevas mierdas de King Kong, en la otra firma pone Joanna Calo. No me sonaba de primeras, no me las voy a dar de conocedor, pero en su haber tiene haber escrito Bojack Horseman, Hacks y ser la co-showrunner de la celebrada (no por mí) The bear.
Eso ya explica cómo es posible lo que sucede en Thunderbolts.
Obviamente, todo esto es en términos relativos de Marvel, claro, no es que estemos aquí hablando de Bergman. Pero es que, además de la excelente actuación de los dos protagonistas (aunque al Vigía no le hace ningún favor el doblaje) y detalles mucho más pensados e inesperados de lo normal (las sombras inspiradas en Hiroshima de lo que hace dicho Vigía, la niña primera víctima, Florence Pugh obligándose a beber y a dar el paso a la oscuridad esperando el final, o la muerte de uno de los personajes al principio, con un tiro en la cabeza que se ve claramente y se vuelve a enseñar después) viene un tercer acto inesperado.
El clímax, en Marvel, se realiza subiendo el volumen hasta romper el tímpano, multiplicando las explosiones, los rayos e invadiendo la pantalla de más malos que no importan a nadie, hechos con efectos especiales de consola de los noventa. Un mareo de ruido y luz del que sales tambaleándote porque te haces viejo.
Pero no aquí.
Cómo han colado esa resolución psicológica jungiana, sombra incluida, y sin necesidad de explotarlo todo in crescendo, es algo que se me escapa a mí y se les debió escapar a los idiotas del dinero y la coca en Marvel.
Y es algo que creo que no se repetirá en mucho tiempo, por desgracia.
A la cuarta estrella contribuye de nuevo mi ausencia de expectativas, o más bien, la de esperarme la bazofia del siglo y que vengan a demostrar que se puede hacer una película de este tipo con corazón.
Que no digo que no se pueda en general, lo que no sé es cómo ha pasado el comité de marketing. Probablemente, porque todo el mundo la considera de segunda división y no se habrán molestado ni en mirar qué han estrenado.
Si tiene éxito, no me cabe duda de que la joderán a la siguiente, en cuanto los jerifaltes de siempre tomen el timón para ponerse la medalla y hacer otra boñiga.