Crítica de La larga marcha
Excelente distopía que da toda una lección de cómo una buena historia es suficiente para atrapar y hacer sentir.
Excelente película con una historia que logra lo más difícil y unas interpretaciones fantásticas.
Calificación: ⭐⭐⭐⭐⭐
Los domingos es una de las películas del año y, sin duda, la mejor española de 2025. La concha de oro de San Sebastián es más que merecida para una historia que retrata de una manera magistral las relaciones personales y familiares, junto a esas batallas que todos llevamos dentro.
Eso, unido a las interpretaciones prodigiosas (por favor, que la escuela vasca de actores dé clases a las del resto de España, porque vaya tela la diferencia), hacen que veamos retratos de humanidad en todo su esplendor y miseria.
No estaba seguro de qué iba a ver y, de un tiempo a esta parte, lo prefiero así. Lo que me encontré es la historia de una niña cuya vocación precoz de monja altera por completo las dinámicas familiares y estira las costuras de lo que se encuentra cosido de forma precaria.
Esas heridas que se ven entre los hilos y cómo se abren, unas en las que todos podemos reconocernos en mayor o menor medida, son la verdadera esencia de la película y donde radica su maestría.
Vista desde fuera y por encima, es una de esas historias donde no pasa casi nada. Las monjas no son malvadas, son solamente monjas, el padre, la abuela y la tía no son tampoco buenos ni malos, sino personas, que es lo que puedes decir de todos los que salen, algo raro en el cine español, más parecido a troqueles que parecen estar leyendo todo el rato. Cada uno afronta la situación como puede, especialmente, cuando esta les pone ante el espejo de sus propias historias internas y externas no resueltas.
Ya sabes, eso de que todo el mundo está peleando una batalla que no ves y que, en la película, podemos contemplar a la perfección de una manera creíble.
A las excepcionales interpretaciones que no me cansaré de elogiar, contribuye un guion excelente que consigue el mayor signo de maestría, tenerte absolutamente interesado y metido, cuando en la pantalla no sucede más que un domingo cualquiera, una actuación de coro, otra escena cotidiana con su rutina y su ponzoña.
Nada que reprochar y muchísimo que envidiar como película y como historia.
Todo el mundo debería ver Los domingos y supongo que, precisamente por eso, lo hará mucha menos gente de la que debería.
Chapeau, sin palabras, no hacen falta más que las de ir a verla si puedes. Alauda Ruiz de Azúa es una virtuosa, igual que los actores de su película.