Crítica de Ya no quedan junglas
Absurda película 'noir' de venganza que te deja patidifuso por la extrema ridiculez de todos sus elementos.
Película sobre el cautiverio de Cervantes que no está mal, pero no acaba de dar todo lo que podría.
Calificación: ⭐⭐⭐
Vaya por delante que, de Amenábar, me gustó solamente Los Otros, mientras que el resto de películas me dejaron siempre bastante frío. Incluso aquella ópera prima de Tesis que fui a ver con mucho interés cuando se estrenó hace casi 30 años. Entonces, salí de allí pensando qué me había perdido cuando todo el mundo la ponía por las nubes. El resto de obras me dejaron la misma sensación. No podía decir que eran malas películas, pero ninguna me dejó una huella ni me transmitió emoción.
Cuando salí de Mar adentro, uno de los amigos con los que iba comentó que le había puesto un nudo en la garganta, algo que el resto de amigos corroboraron, mientras que yo me había quedado de nuevo totalmente frío. De hecho, me pareció que, retomando un tema del que hablo a menudo, las emociones eran más manufacturadas que orgánicas. Esos intentos se me quedan en la superficie, pero no descarto que sea cosa mía.
Todo este rollo para decir que me ha pasado lo mismo con El cautivo. La película no es mala, pero si no escribiera esto, se me habría olvidado ya.
La película cuenta los años de cautiverio de Cervantes, de los que apenas se sabe nada, como no se sabe casi nada del personaje en general, apenas algunos detalles. Eso plantea la oportunidad de que, ya puestos, te puedes inventar lo que quieras y que, con el contexto y el peso de un personaje histórico tan importante, puedes hacer algo potente.
Aquí no sucede.
Lo que se nos plantea es una especie de historia de infatuación del Bajá de Argel con Cervantes que no resulta demasiado creíble y sirve de constante deux ex machina para sacar al personaje de los apuros en los que se mete.
Uno de los detalles históricos que sí se conocen sobre el legendario escritor es que por sus intentos de escape y demás, estuvo varias veces condenado y a punto de morir, pero de alguna manera se salvó en todas las ocasiones. La opción de Amenábar para explicarlo no está mal, pero el desarrollo y, sobre todo, el personaje que construye, no tienen el interés ni el carisma suficiente para merecer todo eso.
Para mí es uno de los principales problemas, cuyas costuras se ven demasiado en ocasiones, como en esa colecta final de cambiar oro por escudos que se hace en Argel. Supuestamente, Cervantes se había hecho tan popular en la ciudad y tan amigo de todos, que la gente de allí se vuelca en eso. Sin embargo, poco antes vemos cómo no dudaban en buscarlo y entregarlo al Bajá durante otro intento de escape, así que a ver en qué quedamos. Sin embargo, la cuestión principal es, sobre todo, que esas cosas hay que ganarlas y en ningún momento vemos cómo o por qué Cervantes consigue que la gente de Árgel lo considere así o merezca tanta admiración por parte del Bajá, su guardaespaldas, sus compañeros presos, etc.
Que sí, las historias y tal, pero no.
Para rematar el ejemplo, la cuestión de conseguir cambio en oro se resuelve con el recurso más perezoso posible, una frase de voz en off diciendo la huella que había dejado en la ciudad y sus habitantes (y que, insisto, no se muestra o ni siquiera se dejan caer retazos). El resto de acontecimientos tampoco son especialmente originales e interesantes, como la copia de Las mil y una noches al principio y una química entre personajes tan anodina como el resto de cosas.
Y es que esa misma medianía se traslada a la producción, que a veces muestra algunos planos de una Argel que no están mal, pero cuando hace zoom parece que ruede en un mercadillo medieval con extras sacados de los moros y cristianos de Alcoy.
Por ese camino de en medio no te aburres mucho y las innecesarias dos horas y cuarto no se hacen largas, pero tampoco memorables.
Así, no se puede decir que esté mal y de ahí una tercera estrella porque debo tener algún punto ciego con Amenábar, pero es que tampoco se vino nada conmigo, excepto la sensación de que había una gran oportunidad que se ha quedado en cartucho mojado.