Crítica de Ya no quedan junglas
Absurda película 'noir' de venganza que te deja patidifuso por la extrema ridiculez de todos sus elementos.
Poderoso retrato de la soledad que va calando lentamente hasta llegar bien dentro y marcharse contigo.
Calificación: ⭐⭐⭐
Muchas historias piden antes de dar. En el cine y en estos tiempos de atenciones destruidas, eso ocurre poco por pura supervivencia. En literatura que no es best-seller resulta lo habitual y, como suele pasar con el orden natural de esas cosas, esa inversión inicial que realizas se recupera con creces si la historia es buena.
Blue Sun Palace no exige mucho, excepto paciencia. Pero claro, a saber quién recuerda ya qué era eso y si se puede seguir encontrando su significado en el diccionario o la borraron de no usarla.
Constance Tsang es una artista taiwanesa que escribe y dirige esta historia de inmigrantes en Nueva York, realizando un retrato de sus días, prácticamente iguales, prácticamente delimitados por las paredes del salón de masajes que regentan. Comienza como la historia del lazo que hay entre dos compañeras y amigas y sigue por el que se forma entre una de ellas y el amante de la otra tras un suceso que cambia toda la dinámica.
El mundo que retrata Tsang se encuentra completamente desprovisto de algo que no sean los días iguales de trabajo sin descanso y las pequeñas cosas que encuentras entre los resquicios pero, sobre todo, es un retrato demoledor sobre la soledad y el aislamiento.
Demoledor en su tranquilidad, eso sí, en sus planos fijos, algunos de minutos y minutos, en cómo los sucesos se van presentando sin artificio ni añadido alguno.
A menudo me chirría cuando las películas tratan de manufacturar emoción con trucos en lugar de historia. Con la música del momento clave y ese montaje que te indica lo que deberías sentir. Aquí no es así. Todo lo que sucede, desde lo terrible a los pequeños destellos de algo más entre los días idénticos, es presentado de la misma forma aséptica, totalmente exenta de juicios de valor o trucos maniqueos.
Igual que los personajes, que son lo que deben ser, personas con sus luces y sombras, ni buenos ni malos, seres humanos en una situación con errores pasados, sentimientos confusos y alguna que otra esperanza queriendo salir a pesar de todo. Eso impide un juicio de blancos y negros, de buenos y malos, como en la vida misma.
Todo esto desesperará a muchos y sacará a pasear la impaciencia, pero es una de las claves de la película y con la luz, los planos y las actuaciones (contenidas como es el carácter de los personajes) Tsang crea una atmósfera donde existe una cierta poesía de lo gris, de la pintura vieja y la bombilla medio fundida, que se mezcla con la penumbra de la soledad que te va apagando la luz de dentro. No obstante, no está completamente exenta de esperanza, aunque esta, como todo lo demás, es sutil, nada seguro, nada artificioso, nada de redención y perdices en el banquete.
Me gustó bastante y me gustó ver algo así, pero por alguna razón esa tarde fui al cine un poco off y quizá no era la película que buscaba. Sin embargo, es una cuestión puramente personal y para eso esta es mi casa, así que tres estrellas en lugar de cuatro. Pero me parece muy recomendable y todo un oasis en el desierto emocional actual.
Si te gusta la forma oriental de contar historias, lánguida sin prisas, exigente de una presencia ya olvidada, comedida hasta en lo terrible y que no impone lo que debes pensar o sentir, es tu película.